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La comida rápida y sus efectos nocivos para la salud

  • websalut97
  • 4 jun 2019
  • 7 Min. de lectura

Actualizado: 5 jun 2019



Reportaje

En los últimos años la comida basura ha alcanzado un auge a nivel global, llegando a convertirse en un tipo de comida predominante en la alimentación de muchas personas. Por nuestro estilo de vida, cada vez hay más gente que se ve obligada a comer fuera de casa y que por cercanía al trabajo, elige un local de comida rápida. Este hecho deriva, en gran medida, del incremento de las aperturas de locales que ofrecen este tipo de comida. De esta manera, las personas están permanentemente expuestas a la comida basura y son más propensas a consumir este tipo de alimentos.


¿Qué entendemos por comida basura?


El concepto gastronómico fast food o comida rápida también se suele usar como sinónimo de la expresión “comida basura”, porque se refiere a una forma de comer muy saciante que permite ahorrar tiempo y dinero. Sin embargo, en la mayoría de los casos, este tipo de comida puede perjudicar gravemente nuestra salud, ya que en esta categoría se sitúa una gran cantidad de productos que son ricos en calorías y pobres en nutrientes. Precisamente, este tipo de comida se caracteriza por incluir bollería industrial, bebidas azucaradas y aperitivos con alto contenido de azúcar, grasa o sal.


Generalmente, asociamos la comida rápida – especialmente, las hamburguesas – a los Estados Unidos. Pero a pesar de ello, en realidad este término tiene su origen en la antigua Roma, India y Oriente Medio, donde ya se podían encontrar algunos puestos callejeros que servían otro tipo de comida basura, como falafels o panes planos con olivas. De hecho, en Nueva York, el primer local que ofrecía comida basura detrás de una ventanilla y una ranura para pagar con monedas no se abrió hasta el año 1912.


Pero en realidad, la industria alimentaria dedicada a este tipo de comida se extendió en Estados Unidos a partir del último tercio del siglo XX, con la popularización de las hamburguesas de marcas como McDonald's o Burger King. Justamente, en la actualidad estos filetes de carne son los reyes de la comida rápida, aunque a esta tipología se le han ido sumando otros alimentos como la pizza, los hot-dogs, el kebab, las patatas fritas, los nuggets de pollo, los bocadillos y los sándwiches, entre otros. Todos ellos, alimentos que llegan al mercado a través de grandes campañas de promoción y que son, generalmente, más baratos y accesibles que la comida saludable.


Precisamente, en los últimos años, la abundancia de estos productos ha supuesto un cambio de los hábitos y preferencias. Y el resultado ha sido una alteración metabólica que ha incrementado los niveles de sobrepeso alrededor del mundo. Según los últimos datos, publicados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2016 más de 1900 millones de adultos mayores de 18 años tenían sobrepeso. En el caso de los niños y adolescentes menores de 18 años, las cifras no son menos alarmantes, ya que la tasa de sobrepeso en este grupo es de 381 millones.


El incremento de la obesidad en Estados Unidos ha dado lugar al documental Fed Up, de la presentadora de televisión Katie Couric, que da un paso en la lucha por la buena alimentación. La obesidad infantil es una auténtica alarma social y este documental retrata a una sociedad con altos índices de sobrepeso, que ha aumentado el número de muertes por obesidad.


Perjudicial para la salud


Como venimos diciendo, cuando la comida basura predomina en nuestra dieta diaria se contribuye al desarrollo de la obesidad. Según la opinión de Natàlia Calvet, coach y experta en hábitos saludables, “el ambiente alimentario no ayuda para nada en el gran problema que tenemos con la obesidad. Pero no solo es el ambiente alimentario, también es el sedentarismo, el ir estresados y el no dormir. En general, nuestra sociedad hoy nos empuja a tener un estilo de vida pésimo y eso pasa factura a nivel de salud”. Ciertamente, en los últimos años, los índices de obesidad han ido creciendo en el mundo, llegando a duplicarse desde 1980 hasta ahora. Según las estadísticas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) , la prevalencia de la obesidad en España ha pasado del 7,4% al 17% en los últimos 25 años. Más específicamente, siguiendo el estudio de la Iniciativa Europea de Vigilancia de la Obesidad Infantil de la OMS, el 40% de los niños de España tienen sobrepeso y uno de cada cinco tiene obesidad.


Además, una investigación publicada en The New England Journal of Medicine – llevada a cabo por el Institute for Health Metrics and Evaluation de la Universidad de Washington y financiada por la Fundación Gates – ha calificado a la obesidad como una “preocupante crisis de salud pública que ha alcanzado proporciones epidémicas a nivel mundial”.


Paradójicamente, mientras que en los últimos 40 años el número de niños de 5 a 19 años con obesidad se ha disparado por 10, las cifras de bajo peso en la población infantil continúan siendo gravemente alarmantes en el tercer mundo, especialmente en el sur de Asia. Así lo expone un detallado estudio realizado por el Imperial College de Londres y la Organización Mundial de la Salud (OMS), publicado en 2017 en la revista médica británica The Lancet.

Así mismo, numerosos estudios recientes sobre nutrición han certificado que la comida rápida es un tipo de alimentación hipercalórica. Por ejemplo, tan solo una hamburguesa Big Mac de los locales de McDonald’s aporta unas 550 calorías y el menú completo con patatas fritas y refresco de 930 a 1170. Éstos son los datos que se pueden leer en las imágenes de los menús de esta cadena estadounidense, líder en el sector de comida rápida.



Aún así, el alto nivel calórico del fast food no es el única característica perjudicial para nuestra salud. Tal y como afirma Silvia Sanz, experta en Nutrición y Herbodietética, “lo primero que piensa la gente con la comida rápida es en el aumento de peso descontrolado, pero lo más importante son las consecuencias no visibles que tiene en nuestro organismo, así como el riesgo de síndrome metabólico, diabetes, hipertensión, ansiedad, depresión, cefaleas, problemas digestivos, fatiga, cansancio, cáncer, aumento de colesterol, entre otros”. De hecho, siguiendo las palabras de Natàlia Calvet, “la comida basura tiene un gran impacto sobre nuestro bienestar. Nos resta energía, vitalidad y capacidad de concentración y también afecta nuestro estado de ánimo. Además, tiene características adictivas, por lo que crea dependencia”.


También se ha demostrado que los ácidos grasos trans, es decir, aquellas grasas de origen vegetal tratadas industrialmente en muchos alimentos “rápidos”, disminuyen el colesterol bueno, o HDL, mientras que favorecen el incremento del malo o LDL y, de esta manera, aumenta el riesgo de padecer arteriosclerosis. Según Mai Vives, consultora de Nutrición y Salud, “una gran parte del colesterol se produce en el hígado, aunque también se localiza en algunos alimentos que se deben evitar para aquellas personas que eleven los niveles de LDL: las grasas saturada y los ácidos grasos trans”.


Por otro lado, los refrescos y postres de los menús de comida rápida – muy edulcorados – también tienen particularidades nocivas, así como el riesgo de desarrollar algún tipo de diabetes. Precisamente, la composición nutritiva del fast food está constituida por su alto contenido en azúcares, grasas saturadas, aditivos culinarios, sal y otros condimentos que estimulan el apetito e incrementan la sensación de sed, y por lo tanto, tienen el efecto negativo de consumir más comida y bebida.


Actualmente, vivimos en un entorno obesogénico que nos impulsa a tener unos hábitos de vida muy poco saludables. Tal y como afirma Natàlia Calvet, “estamos rodeados de productos ultraprocesados muy fácilmente accesibles y las 24 horas del día, además, son muy palatables, o sea, están diseñados para gustarnos y generar placer. Comer comida rápida de manera ocasional no es peligroso para la salud, así que lo importante es que la gran mayoría de las elecciones que hagamos sean saludables. Cada uno debe elegir si ocasionalmente quiere consumir este tipo de productos y si decide hacerlo, comerlo conscientemente y sin culpabilidad”.


La clave para evitar el consumo de comida rápida: educar en alimentación


La OMS señala varias formas para combatir el alto consumo de comida basura, pero todas ellas exigen grandes acciones de voluntad política. En general, estas propuestas de la OMS combinan la prevención con una regulación fiscal que penalice el consumo de estos productos y todas exigen el compromiso de la industria alimentaria.


Pero más allá de estas acciones, la responsabilidad es de todos. Es decir, la responsabilidad de lo que elegimos cuando vamos a comer fuera o cuando vamos a comprar al supermercado es únicamente nuestra. De esta manera, la solución para evitar el consumo de este tipo de alimentos pasa por comer productos de calidad y saber combinar los diferentes tipos de alimentos en la dieta. Por este motivo, resulta necesario centrar los esfuerzos para concienciar a la sociedad sobre la importancia de la alimentación. Aunque en los últimos años la conciencia de la sociedad en cuanto a la alimentación está cambiando, porque cada vez tenemos más conocimiento de la relación que existe entre alimentación y salud, la realidad es que todavía no se le otorga la importancia que merece.


Por ello, es fundamental educar en alimentación, dando más prioridad a proporcionar información y difundir estilos de vida saludable, empezando sobre todo por los más jóvenes. De esta manera, podrán tener un mayor conocimiento de los alimentos para poder elegir bien. Según Adam Martín, director de “Sans i estalvis” en Catalunya Ràdio, “lo primero para ayudar a un niño a superar el sobrepeso es no obsesionarse en determinados alimentos porque lo que cuenta es el conjunto de la dieta. Se ha de apostar por los cereales integrales, tubérculos, legumbres, pescado, carne blanca, frutos secos, lácteos completos, fermentados y, principalmente, todo tipo de verduras y frutas”. Sin embargo, también es necesario que los establecimientos de comida rápida se den cuenta de que tienen que ofrecer también una comida más sana y variada.



En realidad, siguiendo las palabras de Silvia Sanz, “no se trata de realizar un régimen estricto de comidas, sino de hacer un cambio de estilo de vida a nivel íntegro y establecer hábitos alimentarios saludables a largo plazo”.

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